Sin chips no hay economía ni transformación digital

Jorge Bravo

Presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi)

Septiembre  2021

Los microchips son la base del mundo digital y los componentes básicos de la tecnología. Si la pandemia provoca una escasez de estos insumos básicos, es fácil comprender por qué las industrias que dependen cada vez más de ellos tengan que detener su línea de producción y entrar en crisis. 

Aunque no los veamos, los chips están en todos lados. Son el corazón como componente principal de procesamiento, pero también el cerebro o memoria que almacena datos de los equipos que utilizamos para comunicarnos, entretenernos, trabajar, movernos, viajar o mantenernos en forma. Están en los smartphones, en dispositivos ponibles o wearables, electrodomésticos, automóviles y aviones. También en escáneres de resonancia magnética, robots industriales y centros de datos.

Si se reduce o escasea su producción se pone en jaque a muchas industrias, desde la automotriz (un vehículo puede incluir más de 100 chips), pasando por la salud (en plena contingencia sanitaria), electrónica (aumentó la demanda de computadoras para teletrabajo y educación a distancia), telecomunicaciones (cuando más se requiere conectividad) hasta consolas de videojuego.

Los también llamados microprocesadores son (cada vez más) diminutos circuitos electrónicos integrados, entramados e interconectados en una muy pequeña oblea plana de silicio. Actúan como interruptores en miniatura que encienden o apagan una corriente eléctrica.

El silicio es un metaloide o semimetal muy abundante en la corteza terrestre (28%, el segundo más abundante después del oxígeno), el componente principal de la arena en forma de cuarzos, muy duro, resistente al ácido y transmite más de 95% de las longitudes de onda de la radiación electromagnética infrarroja. Por su abundancia y propiedades como semiconductor (significa que sus cualidades conductoras pueden aumentarse mezclándolo con otros elementos) se le utiliza en la industria microelectrónica.

La industria de chips dio origen a la famosa Ley de Moore de 1965: predicción del ingeniero Gordon Moore de que el número de transistores por chip de silicio se duplicaría cada año, pero después la ajustó a 18 meses. El primer chip lo produjo Intel en 1971. En 2019, se fabricaron más de 634 mil millones de chips en el mundo, una industria de 412 mil millones de euros.

Los chips -junto con el actual almacenamiento en la Nube y la velocidad de la banda ancha- han generado el gran potencial de la economía y la sociedad digitales: mejor rendimiento, menor costo, mayor capacidad, nuevas funcionalidades y nuevos productos que han transformado las industrias.

Geopolíticamente, Estados Unidos cometió el gran error estratégico de relegar y delegar la manufactura de chips a Asia para concentrarse en finanzas y servicios. La joven ciudad de Shenzhen se erigió en la primera zona franca entre Hong Kong y Cantón. En ella se instalaron las grandes transnacionales que concentran la producción en masa de chips y componentes de base que después se ensamblan en EE.UU. y Europa. Shenzhen se convirtió en un distrito tecnológico-industrial que hizo florecer los conocimientos, competencias y desarrollo de la industria electrónica y tecnológica china. El mayor exponente es Huawei, fundada en 1987 en esa ciudad, que invierte cada año 15% de sus beneficios en investigación y desarrollo.

Actualmente, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Japón son los principales fabricantes de chips: concentran 83% de la producción mundial de procesador y 70% de memoria. Las empresas estadounidenses representan 47% de las ventas mundiales (seguidas de Surcorea con 20%), pero solo 15% de la fabricación se realiza en EE.UU. (SIA).

La escasez de chips ocurrió por el aumento de la demanda, el cierre temporal de empresas fabricantes y el paro o desaceleración de las líneas de producción y suministro ocasionados por la Covid-19, lo cual también afectó a los trabajadores. Esta crisis y tormenta perfecta dejó a todos vulnerables e hizo reflexionar y percatarse de su error a Estados Unidos.

El 11 de febrero de 2021 la Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA, por sus siglas en inglés) envió una carta al presidente Joe Biden pidiendo financiación para la fabricación e investigación de semiconductores. La rogativa fue firmada por el Consejo de Administración de la SIA, integrada por los presidentes y CEOs de 20 empresas de chips, incluidas AMD, Broadcom, IBM, Intel, Micron, Nvidia y Qualcomm. La SIA representa 98% de la industria de semiconductores de EE.UU. por ingresos.

La reacción oficial fue inmediata. El 24 de febrero, Biden firmó una Orden Ejecutiva para revisar la cadena de suministro de chips y estimular la producción nacional. El gobierno reconoció que “Estados Unidos es el lugar de nacimiento de esta tecnología y siempre ha sido líder en el desarrollo de semiconductores. Sin embargo, a lo largo de los años hemos invertido poco en producción, lo que ha perjudicado nuestra ventaja innovadora, mientras que otros países han aprendido de nuestro ejemplo y han aumentado sus inversiones en la industria”.

Biden declaró con una oblea de silicio y un chip entre los dedos: “esto es infraestructura”. “Tenemos que asegurarnos de que estas cadenas de suministro sean seguras y confiables. Ordené a mis funcionarios que trabajen con los líderes de la industria para identificar soluciones a este déficit de semiconductores. Ellos necesitan 37 mil mdd para garantizar la capacidad de producción.”

Las acciones no pararon. Biden solicitó al Congreso 150 millones de dólares para dos Institutos de Innovación en Fabricación, uno de ellos para el diseño y fabricación de chips. El Plan de Empleo de Estados Unidos contempla 50 mil millones de dólares para la fabricación e investigación de semiconductores y “producir en casa las tecnologías que respondan a los desafíos de hoy y aprovechen las oportunidades del mañana”.

Un estudio de SIA y Oxford Economics proyecta que esa inversión crearía 185 mil empleos temporales al año y agregaría 24.6 mil mdd anuales a la economía de EE.UU. El país aprobó una Ley Chip en junio de 2021 que ordena acciones y exige incentivos federales para estimular la industria.

Cada vez que usemos nuestros equipos tecnológicos, nos conectemos a la red y naveguemos por Internet, recordemos que eso no sería posible sin los chips: porque son infraestructura y sin ellos no hay economía, sociedad ni transformación digital.

  • Por cortesía de  «El Economista»